marzo 26, 2018 nadapablo
Voy llegando al fin de la
península de los balcanes, al sur del río Danubio y cada vez más
cerca de Asia. Voy legando a Bulgaria, el 22° país del viaje, mismo
que participó de las dos guerras balcánicas y que luego de su
derrota en la segunda guerra mundial pasó de un estado NAZI a un
estado comunista. En el país hablan Búlgaro, lengua eslava que me
suena muy similar al serbo/croata y todavía más al macedonio,
aunque escriben con el que dicen es el auténtico “cirílico”.
Es Octubre, vengo desde
Macedonia (FYROM) escapando de días lluviosos y fríos, pero el
clima en Bulgaria me recibe aún más duro. En la frontera no tuve
mayor control, solo timbre de pasaporte y bienvenida, punto aparte
fue lo simpático que fue ese policía, que conocía todos los clubes
chilenos de fútbol, incluso sabía más que yo (bueno, de fútbol
cualquiera)
Pero Bulgaria tiene
hermosas montañas, pese al frío me animo a acampar cerca de ellas
con una increíble vista. Esa noche me congelé y también se congeló
mi teléfono así que al día siguiente puse mis esfuerzos en llegar
a Sofia, la capital del país para buscar un refugio.
Llego a Sofia de noche, es
hermosa pero muy fría, la fresca brisa me congela los pómulos de la
cara y no encuentro lugar para quedar. Recorro hostales baratas, de
esas que bordean los 6 euros por noche pero están todas copadas,
aquí me comentan que es una ola polar la que trae ese frio, que
siendo las 8 de la tarde ya tiene a la ciudad con 1 bajo cero.
Finalmente encuentro una
hostal (aunque no me gustan las hostales porque no me resultan
cómodas con la bicicleta y al mismo tiempo yo tampoco resulto cómodo
para ellas), en la calle hace un frío que ya no se soporta. En la
hostal me recibió un chico con una cerveza en la mano derecha y un
porro en la izquierda, diciéndome -“bienvenido, sube todas tus
cosas”, luego continuó: -“Estamos llenos pero puedes dormir en
el sillón”. Estoy subiendo mis cosas y llega un señor que dice
ser el dueño, me comenta que el chico que me ofreció dormir en el
sillón es solo un cliente, que no es posible. Ya con mis cosas
arriba le digo que no me parece tan mala idea, sobretodo cuando
afuera hay 3 grados bajo cero, si salgo me congelo y no hay otro
lugar donde dormir. Finalmente acepta, pero me acomoda en una pieza
compartida con 20 camas por 8 euros. Yo feliz.
Día siguiente se confirma
que la ola polar durará toda la semana, y lo peor de todo es que en
mi ruta siguiente solo hay montaña. No puedo continuar con
bicicleta, busco un lugar para pasar la ola de polar y encuentro la
casa del ciclista de Sofía, un pequeño cuarto bajo la tienda “Sofia
Rental Bike” que resultó un excelente refugio para el frio, además
me tomé tiempo para recorrer la hermosa ciudad y durante las noches
solo planeaba como escapar al sur, tengo pocos días, se anuncia
mucha nieve que podría cerrar los caminos que quiero tomar, entonces
decido tomar la bicicleta y emprender rumbo, pese al frio.
Abandoné el refugio y me
fui al sur, aunque debía montar las montañas para llegar a Grecia
era la ruta más sencilla. Subí y subí, no encontré refugio las
dos primeras noches así que acampé, con algunos grados bajo cero
pero hermosos paisajes, mis sentimientos chocaban entre si, quería
seguir por las montañas para disfrutar esas bellas postales pero
también quería refugiarme del frío, así llegué a Blagoevgrad
donde conocí a Lucía, una chica española quien me hospedó en su
casa.
De Blagoevgrad debía
tomar nuevamente las montañas, ahora las más altas pero también
más hermosas, no me asustaba el frio puesto al otro lado estaba
Grecia y el mar mediterráneo
Subí y subí esas
montañas, subí casi sin parar, si paraba me congelada. Sin
encontrar refugio acampé y la primera noche me tocó una pequeña
nevada, pero ya estoy en Bansko y desde aquí casi todo es bajada,
aunque antes debo acampar nuevamente pero esta vez será la última.
Esa noche el clima me castigó muy duro, con 10 bajo cero y yo en la
tienda durmiendo como una cascabel, por los dientes que no paraban de
chocarse entre si.
Escapaba pero lo hacía
del frio y no de Bulgaria. Estuve casi dos semanas por el país que
se me hicieron muy cortas. Descubrí Sofia, una ciudad hermosa, luego
las hermosas montañas que vigilan al sur de la ciudad, conocí
campesinos muy amables, pastores simpáticos, encontré gente muy
sencilla y también varios chicos como yo. Es un país que debo
volver, junto con Rumanía quedará pendiente una excursión de mayor
profundidad.
Día siguiente subí la
última colina y muy temprano estaba en la frontera. El Sol me servía
como guía para llegar al mar, voy de nuevo a mi encuentro con el
mediterráneo y un poquito de calor.
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Acampando en mi primer día en Bulgaria |
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Abran paso al progreso |
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Que lindo paisaje otoñal |
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Colores de otoño |
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Sofía |
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Sofía |
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Sofía |
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Bueno, aquí nos quedamos hoy |
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Vamos burro ! |
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Otoño |
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Esto me recuerda a Napoles |
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miren que hermosa cordillera |
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Bansko, entremedio de las montañas |
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En la entrada a un cementerio. No entendí nada los avisos |
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Que lindos colores de otoño |
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Esa noche me congelé. Son las 10 de la mañana y aún el pasto está congelado y yo sin querer salir de la tienda |
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Si no sabes leer cirílico, cape nane tene tú (Un juego que hacemos en Chile) |
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Atrás de esas montañas, está Grecia y el mar mediterraneo. Vamos burro ! Queda poco |
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