26/12/18

[Turquia] Parte 5. Llegando al "Mar Negro" y mi despedida con el país





Dejé Ankara luego de más de una semana de reposo intentando recuperar una lesión en el pie. Continúo por un camino interior hasta llegar a Kirikale donde un profesor de inglés y música me ofrece alojamiento. Se trata de Sam, un muchacho iraní que con su mujer y Axel (su mascota) me dieron un gran recibimiento. Sam había hablado a sus alumnos acerca de mi llegada y estos me esperaban ansiosos. Con Sam preparamos una pequeña exposición y también tocar algo de música latinoamericana juntos. Día siguiente me fui a la escuela y al anunciar mi llegada cientos de estudiantes fueron a mi encuentro, las clases se suspendieron instantáneamente en toda la escuela y pasaron todos los estudiantes, profesores y funcionarios al gran salón, donde hablé por buen tiempo sobre mi viaje, respondiendo todas las preguntas que, a igual que siempre, no dejaron de sorprenderme y luego nos fuimos al salón de música a tocar una canción chilena, con ukelele, guitarra y violín. Me sentí increíble en mi paso por el pueblo, por el cálido recibimiento de Sam, la espontanea amistad que formamos y el recibimiento en la escuelita. Sam con su familia también me introdujeron en Irán, su país de origen y al que por lo pronto no podía retornar. Me contagié de ansias por ir pronto, pero también de dudas por el acontecer político y las libertades en el próximo país a visitar. 

Dejé Kirikale y continué camino al interior, esta vez decidí salirme de los grandes caminos e intentar pequeñas variantes, caminos de tierra entre los montes, quiero encontrar la turquía del interior, esa que no espera que un afuerino pase por sus tierras. Así es como durante varios días fuí de pequeño pueblo en pequeño pueblo, algunas mañanas fuí despertado por vacas y ovejas que con sus cascabeles me anunciaban la hora de comenzar el día, también voy pensando aquellos días en que nunca había estado tantos días alejado de casa, casi quinientos días desde que me despedí de mis padres y lo peor es que cada vez me alejo más.
A los pocos días llegué a Sorgún, donde Mustafa, un profesor de inglés, me estaba esperando entusiasmado en el pueblo. Aquí fui invitado a su escuela, donde alumnos y profesores esperaban mi llegada. Fui hablando de sala en sala con los muchachos, partí hablándoles un poco de geografía, luego sobre mi viaje y el por qué de la bicicleta, pero curiosamente desperté más la curiosidad y admiración entre los profesores que en los alumnos, aunque estando aquí en el salón de los profesores puede notar la fuerte diferencia entre los sexos, hombres por ejemplo sentados alrededor de una gran mesa y mujeres al otro costado del salón. Mujeres tenían igual de curiosidad sobre mi viaje pero debían mantener distancia y procurar no salir en las fotos (al menos así lo fui notando). El momento tenso lo vivi con una alegre chica que hablaba bastante bien el inglés, ella con sus doce años me hablaba de sus sueños de viajar por el mundo y de lo mucho que le gustaba aprender el inglés. Ella, vestida completamente de negro y cubriendo incluso su cabello, en una clara muestra de la profunda religiosidad de su familia, me esperaba fuera del salón de profesores para hacerme una pregunta específica sobre el viaje encargada por sus compañeros. Al verla le pido que entre y luego de responder a su pregunta le extiendo la mano para despedirme, la muchacha con muchos nervios mira primeros a sus profesores y en aquel momento comprendí la tensión, me pregunté a mi mismo si será correcto lo que hago o no, pero mi mano ya está extendida y ante el silencio general de la sala la chica responde a mi saludo de mano. Ya con tiempo pregunto a un joven profesor acerca de lo ocurrido y me explica que la Turquía poco a poco irá cambiando a medida que me acerco al este, que parte de la sociedad hará cada vez más patente su religiosidad y fanatismo (me advierte). 

Antes de dejar el pueblo, me rencuentro con Nyam, un ciclista de Mongolia a quien conocí en Ankara. Aquí decidimos continuar juntos por algunos días. Con Nyam congeniamos muy bien así es que se transformó rápidamente en un buen compañero. Cuando dejé Sorgún me sentí bastante satisfecho y pleno, sentía que de alguna pequeña manera sensibilicé a aquellas personas y se permitieron ver la vida desde una perspectiva diferente, lo sentí incluso en aquellos profesores que entusiasmados discutían entre ellos sobre la monotonía de sus vidas y de como hacer un pequeño cambio en ellas para  incidir de esta forma en sus alumnos. 

Dejando Kirikale tomé de inmediato pequeños caminos por entre los campos

Aquí por ejemplo me encontré un hermoso lugar para armar mi campamento

Cruzando más y más pequeños pueblos.

decenas de kilómetros sin ver un rastro de ciudad

Y Cuando llegué a los pueblos fuí invitado. En la foto por ejemplo, invitado a un asado por estos amigos.

Sin el camino la pradera sería hermosa, pero difícil de alcanzar.

Tomando pequeños caminos perdidos en los mapas

Por la noche un gran cielo estrellado y por la mañana, el sol que obliga a salir pronto (aunque aún está muy frío)

En Sorgun, en un mural creado con niños autistas. mi mano está al rincón superior izquierdo

Continuamos con Nyam disfrutando los hermosos días, con fogatas por las noches por que aún se podía sentir el frío. Nos preparábamos para llegar pronto a Tokat donde nos esperaba un ciclista local a quien habíamos contactado poco antes. Este había anunciado en medios locales nuestra llegada a la ciudad y en los pueblos previos ya nos reconocían, pero a solo 60 km de nuestra llegada y en una tranquila tarde, pasamos un control policial que fue desde un comienzo muy extraño. Dos policías sin hablar nada más que turco nos detienen frente a un cuartel policial y comienzan a revisarnos todo. Fue primera vez en mi viaje que, no estando en una frontera, la policía me revisa todo. Lo peor es que no teníamos palabras en común así es que no lográbamos entender. Tomaron nuestros pasaportes y nos pidieron esperar (al menos nos invitaron a tomar un té). Luego de una hora en el cuartel llega la profesora de inglés del pueblo para actuar como traductora, nos comenta que han detectado un problema en el pasaporte de Nyam y este debe quedar detenido en el lugar hasta aclarar el asunto. Sin embargo y pese a no tener problemas, mi pasaporte fue inspeccionado decenas de veces, le tomaron decenas de fotografías y luego de todo me dicen: "tu te puedes ir". Les insistí que prefería esperar por mi compañero pero no me lo permitieron, me pidieron amablemente que abandonara el cuartel e incluso, que continuara mi camino así es que luego de una hora e incomunicado de Nyam (puesto lo llevaron a un hospital a constatar lesiones) decidí buscar un lugar para pasar la noche, un pequeño bosque a solo 5 km de la ciudad. Aquella noche pensé mis opciones y decidí que lo mejor era continuar los 60 km  hasta la ciudad donde nos esperaban y ahí pedir ayuda al amigo turco que nos esperaba.

Antes de llegar a Tokat pasé a un pequeño pueblo alejado de la ruta, fue el hambre quien me condujo hasta ahí y mientras lo cruzaba desperté la curiosidad de mucha gente. A esta altura he aprendido un poco de turco que me permite al menos apoyado de dibujos, contar lo que estoy haciendo. Pero a los pocos minutos me rodea mucha gente y ese tumulto atrae más y más gente que despierta la atención de la policía, así es que decido moverme (la verdad, aún estaba preocupado por lo vivido el día anterior). Llegué finalmente a Tokat al lugar donde me encontraría con Mamut, el ciclista local, pero la gran sorpresa fue encontrarme con Nyam en el mismo lugar. Había sido trasladado por la policía hasta aquella ciudad y luego de varias horas había solucionado su problema. Al poco rato llego Mamut y este nos llevó a un lujoso hotel a cenar, estábamos invitados por el administrador del hotel y luego de la cena a tomar un baño turco. Aquel momento de alegría pensaba en cuan alegre debe estar Nyam, quien había estado aquella mañana apunto de ser deportado y ahora tomaba baños turcos en aquel lujoso hotel. Dos días después dejamos Tokat y nos fuimos al norte, pedaleamos unos 50 km y luego separamos caminos. Nyam debía apurarse a cruzar a Irán y yo antes de ello quería continuar por Georgia así es que nos despedimos, pero acordamos vernos en algún rincón del mundo.

Por la tarde llegué a Niksar y desde aquí comencé a montar las montañas de la costa. Letreros de osos aparecían por la ruta, también lo hicieron hermosos bosques, tranquilos y alejados de todo rastro de una ciudad, !cuanta calma! Cada parada era de un pleno goce, tomaba bocanadas gigantes de aire fresco, oía las aves con mucha atención y claridad, contemplaba las verdes y extensas praderas, los hermosos árboles alineados como en batalla contra los vientos de invierno. Crucé pequeñas villas de montaña donde las mezquitas fueron siempre el edificio más imponente. Y así continué hasta que llegué a la cima y desde aquí el descenso. Comencé a sentir la humedad, el clima había cambiado y lo sentí inmediatamente. Aquella tarde mientras descendía fui invitado por una familia local, campesinos de bajos recursos pero muy fanáticos de la figura del presidente, al cual lo consideraban "un salvador". Con ellos conocí a sus vecinos, también profundamente religiosos y conservadores, intenté con ellos y el poco idioma en común tener más claridad en sus opiniones acerca de, por ejemplo, otras religiones, sus países vecinos, homosexuales, etc. Por momentos la amabilidad y calidez de esta familia se me caía a pedazos con sus comentarios. Voy constando además la importancia de la televisión en sus comentarios, por que todos sus muebles el más apreciado siempre fue el gran televisor, tal tamaño que me genera dudas como lo meten en la casa.


Con Nyam, preparando la leña para una fogata

Un hermoso desayuno en Tokat. Fuimos invitados por el dueño del restaurant

En Niksar, donde para varias, más gente me invita al té. Aquí el dueño me hizo un recorrido por el local

Llegando a la sima de los cerros

El aparente intacto bosque de las montañas que esconden detrás el gran mar negro

Familias locales que me invitan al té en cada momento

Siguiendo un rio antes de llegar al mar negro

Pero tengo que continuar, sabido era que encontraría la sociedad mas conservadora y religiosa, aunque preparado no me dejaba de impactar, tanto así que de camino el día siguiente me la pasé solo pensando en ello y sin darme cuenta ya había llegado al mar negro que tímido se escondía entre una densa neblina, pero lo escuchaba, sabía que estaba ahí. Continué y me tocó luego cruzar el, hasta ese entonces, el más largo túnel que cruzaría con la bicicleta. Casi 4 km de largo sin espacio para ciclistas, pero no fue tan terrible. Para seguridad me monté en la zona para peatones y pedalie por esta los últimos dos kilómetros. Continué y llegué a Ordu, donde fui conociendo otra parte de Turquía. Aquí conocí varios jóvenes alegren, muy vinculados a la bicicleta y a esa loca idea de cambiar el mundo a través de ella, por ratos me olvidaba de aquellas familias que, siendo "pobres", eran muy conservadoras. Tuve la oportunidad de conversar con ellos, y fui conociendo más y más gente, tuve también la oportunidad de charlar con profesores de una universidad técnica y grata sorpresa fue tener tanto en común, ahora sentía la Turquía más cercana y más familiarizado, entre los Simit (tipo de pan circular con semillas), el Ayran (la leche salada), los paseos en teleférico por las montañas, esas caminatas por los antiguos callejones o ese té que bebíamos por la tarde a orillas del mar, con las espontaneas mesas donde todo se comparte, donde con toda la empatía intentan hablar los idiomas extranjeros para así seguir compartiendo. Todo se me hace muy fácil en Ordu.


Dejé varios amigos en Ordu y continué por la costa comenzando a despedirme de Turquía. Voy acampando a orillas del mar, sintiendo mis últimos días, conozco aquí a Nuruhlla quien además de transformarse en un buen amigo me solucionó varios problemas informáticos y me preparó un poco para lo que vendría en Georgia, pero antes pasé por Trabzon, una gran ciudad de la costa. Aquí me contacté con unos estudiantes que compartían una casa y me ivnitaron a estar con ellos en la ciudad. Los últimos kilómetros antes de Georgia y con un poco de lluvia decido acampar por última noche en Turquía, frente al tranquilo mar donde un perro llegó para hacerme compañía y custodiar mi campamento. Compartí mi cena con el amigo, lo hice como lo hizo conmigo toda la linda gente que conocí en el país y al día siguiente ya estaba en la frontera. Diez kilómetros antes de llegar una fila enorme de camiones de todas nacionalidades esperando cruzar la frontera. Aparcados en una vía no me quedaba más que tomar la vía de velocidad, lo que fue un tanto peligroso, pero lo más complejo fue cruzar los túneles que, con camiones aparcados, camioneros los fueron utilizando como retretes y basurales. El olor a orinas y excremento eran insoportable, así también la cantidad de basura que me tocaba sortear. Ver a los camioneros tirar toda su basura al camino mientras limpiaban su cabina me hacía perder el ánimo, pero ¿Que puedo discutir con ellos?¿En que idioma?, decido olvidarme y continuar, aunque muy triste por las últimas imágenes que me quedaron del país fueran estas. Ya en la frontera y a la distancia veo enormes edificios, es Batumi, una gran ciudad en Georgia. Me genera atracción, que genera una curiosidad que me empuja como el viento. Vamos entrando en la ex-unión soviética.


Antiguas calles de la ciudad de Ordu, donde pasé varios días recorriendo

Vendedor de Simits en Ordu, Turquía

Giresun

Un campamento cerca de una ciudad, pero en medio de un campo.

La ciudad de Trabzon

Los cultivos verdes colgando sobre los cerros. Muy cerca de la frontera con Georgia

1 comentario: