30/12/18

[Georgia] Llegando a la ex-unión soviética





He cruzado la frontera desde Turquía y ya estoy en Georgia, el primer país de la ex-unión soviética que visito. En plena frontera un hombre georgiano me da la bienvenida hablándome en Turco al tiempo que me regala una naranja, otro hombre llega al par de minutos con una bandera de Georgia para poner en mi bicicleta. Pienso: "Que linda bienvenida al país", por que además la policía en la frontera fue muy amable, al verme llegar con la bicicleta se apresuraron en darme preferencia.

Llegué a los pocos minutos a Batumi, ciudad que con modernos y blancos edificios me recordaron a Calatrava (Arquitecto español) y mi paso por Valencia, España. Reflexiono en el lugar puesto esperaba encontrarme con edificios soviéticos y una país con bastante secuela de guerra sin embargo estos edificios blancos me dan una gran sorpresa. Había decidido tomar una ruta que va entre las montañas muy cerca de la frontera con Turquía, que cruza pequeños pueblos que con suerte puedo verlos en el mapa. No tengo mayor información de la ruta, no se en que estado se encuentra, no se su altura y la verdad es que todo eso me atrae, me atrae el "no saber" y decido ir por la sorpresa, esa sorpresa que aparece en cada kilómetro que se avanza.

En cuanto dejé Batumi de inmediato y a propósito, una sorpresa. Antiguas fábricas abandonas aparecen a orillas del camino, también algunos bloques de arquitectura soviética que desde que fueron construidos no han vuelto jamás a ser repintados. Aquí muchas ventanas rotas son cubiertas por plásticos o lo que se encuentre. Atrás también queda el Mar negro, quien fuera mi compañero las últimas semanas. Voy subiendo poco a poco, voy aguas arriba y a los pocos kilómetros se reduce el intenso tráfico de automóviles. Aparecen también las vacas a orillas de camino, esas que sin su dueño caminan tranquilas como por el patio de su casa. Una de estas vacas decide seguirme, mejiendo corre a mi encuentro y luego me sigue por al menos un kilómetro, como si me conociera, pero ¿Cómo puedo entender a una vaca?, Que impotencia mi limitada comunicación.

Continué subiendo por las montañas cruzando pueblos interiores, de comercio callejero donde veo muchos comerciantes de tabaco y de agua ardiente que por aquí la llaman "chacha". Comienzo a familiarizarme con sus productos, aquí no veo Ayran como en Turquía, sin embargo aparece la leche condensada y las maravillas (semillas de girasol) bañadas en miel. Sigo subiendo hasta que desaparecen los pueblos y luego enfrento la última gran subida. Un gran viento me da de frente, viento que es cada vez más frío. Aparece la nieve que con la llegada de la primavera se va derritiendo y dejando un enorme barrial a su paso. Los últimos kilómetros son de constante lucha contra la gran pendiente, el viento, el barro y ahora contra la nieve que se acumula cada vez más, aunque todo el paisaje en su conjunto es hermoso. Coches que pasan por mi lado ofrecen darme una mano pero rechazo su ayuda y continúo, confío en el burro y en mis piernas.

Llego a la cima y una gran pared de nieve me recibe, un callejón con más de dos metros de nieve a cada lado es como la alfombra roja de los espectáculos. Estamos felices, celebramos con el burro, hemos conquistado el paso pero se acerca la noche y con ella un frío al que no quiero desafiar. Bajamos hasta dar con un río poco antes del primer pueblo y encuentro un espacio que me parece bastante bueno por que animales salvajes no suelen acercarse a los pueblos, pero al mismo tiempo estoy fuera del pueblo. Fue una hermosa y romántica noche, armé un fuego y canté casi todo mi repertorio, incluso improvisé y luego mi tienda me esperaba con los brazos abiertos a menos de dos metros de distancia.

Continúo río abajo y de pronto el asfalto se pierde, también se pierde la claridad de las aguas que vienen bajando de la misma montaña. Pequeños pueblos aparecen, están cubiertos de polvo, también aparecen algunos túneles y al poco andar regresa el asfalto que ahora es casi perfecto, nuevo. Cruzo una ciudad  en la que me hago de abastos y un poco de información para seguir la ruta, puesto el único mapa que porto se ha vuelto muy confuso. Continúo y los pueblos otra vez desaparecen, dan paso a los bosques que esconden el río que a estas alturas se ha vuelto inmenso. Frente a mi aparece un hermoso castillo que corona un pequeño cerro. Intento escalar para pasar la noche en el lugar pero no lo consigo, aunque poco me importa por que está rodeado de lugares hermosos para pasar la noche.

Días después llego a "Gori", histórica ciudad donde naciera Stalin y hasta donde llegaron los rusos en la última guerra de Osetia solo unos años atrás para tocar el alma y orgullo georgiano. La ciudad da la bienvenida con las antiguas fábricas soviéticas abandonadas, grandes edificios que dan una idea de lo grande que fue la maquinaria soviética. Aquí consigo una idea de la verdadera Georgia, esa que dista mucho de los modernos y blancos edificios de Batumi. Aquí en Gori también aprecio las profundas diferencias que existen con los rusos aunque económicamente dependen en gran medida de ellos.  

Continuo rumbo a la capital, pero no quiero tomar la ruta principal así es que me meto nuevamente en un camino de montaña donde los bosques se convierten en praderas verdes, pero el fuerte viento de la noche me hace pasar susto en mi campamento. Sía siguiente llego a Tiblisi y la ciudad me sorprende con la variedad de arquitectura, comercio y de gente. Hay una convivencia tranquila de Turcos, Armenio, Rusos, Azaries, Iranies y por supuesto Georgianos. Aquí me tomo un descanso, hago algunos planes para las siguientes semana y leugo de tres días emprendo nuevamente viaje, paso la ultima noche muy cerca de la frontera con Armenia y al día siguiente ya estoy en la frontera del país. Ha sido un breve pero intenso paso, que me selló en la memoria esos verdes bosques custodiando el río y las hermosas montañas del Caucaso.


En mi llegada a Georgia, muy cerca de la frontera con Turquía

Los grandes y modernos edificios en blanco de la costa

Más al interior de la ciudad se puede encontrar aun arquitectura soviética muy bien conservada

Esta es la vaca que me siguió más de un kilómetro

Los hermosos días al orillas del rio

Esto es algo muy típico de Georgia, con un huevo crudo y queso y por supuesto, la "limonada" georgiana

Un antiguo sistema para cruzar el río

Este puente es hermoso

A medida que subo aparecen en mi horizonte hermosas y altas montañas.

El paso de montaña

Cruzando las paredes de nieve muy cerca de cima


Buscando un rincón para armar mi campamento

Uno de los castillos que me crucé. Este bien conservado era accesible, pero no estaba permitido pasar la noche.

En Gori Stalin es un personaje, querido u odiado pero muy reconocido.

La casa donde naciera Stalin, donde además vivió su infancia.

Esta burra miraba muy atenta al burro (mi bicicleta)

En Tiblisi, capital de Georgia

Esculturas en Tiblisi

En el mercado de antiguedades, donde se pueden encontrar increíbles artículos a muy bajo costo.

Un antiguo edificio casi devorado por los arbustos, reclamando su espacio. La escultura luce como resignada y sin saber de explicación al fenómemos de la anturaleza.


26/12/18

[Turquia] Parte 5. Llegando al "Mar Negro" y mi despedida con el país





Dejé Ankara luego de más de una semana de reposo intentando recuperar una lesión en el pie. Continúo por un camino interior hasta llegar a Kirikale donde un profesor de inglés y música me ofrece alojamiento. Se trata de Sam, un muchacho iraní que con su mujer y Axel (su mascota) me dieron un gran recibimiento. Sam había hablado a sus alumnos acerca de mi llegada y estos me esperaban ansiosos. Con Sam preparamos una pequeña exposición y también tocar algo de música latinoamericana juntos. Día siguiente me fui a la escuela y al anunciar mi llegada cientos de estudiantes fueron a mi encuentro, las clases se suspendieron instantáneamente en toda la escuela y pasaron todos los estudiantes, profesores y funcionarios al gran salón, donde hablé por buen tiempo sobre mi viaje, respondiendo todas las preguntas que, a igual que siempre, no dejaron de sorprenderme y luego nos fuimos al salón de música a tocar una canción chilena, con ukelele, guitarra y violín. Me sentí increíble en mi paso por el pueblo, por el cálido recibimiento de Sam, la espontanea amistad que formamos y el recibimiento en la escuelita. Sam con su familia también me introdujeron en Irán, su país de origen y al que por lo pronto no podía retornar. Me contagié de ansias por ir pronto, pero también de dudas por el acontecer político y las libertades en el próximo país a visitar. 

Dejé Kirikale y continué camino al interior, esta vez decidí salirme de los grandes caminos e intentar pequeñas variantes, caminos de tierra entre los montes, quiero encontrar la turquía del interior, esa que no espera que un afuerino pase por sus tierras. Así es como durante varios días fuí de pequeño pueblo en pequeño pueblo, algunas mañanas fuí despertado por vacas y ovejas que con sus cascabeles me anunciaban la hora de comenzar el día, también voy pensando aquellos días en que nunca había estado tantos días alejado de casa, casi quinientos días desde que me despedí de mis padres y lo peor es que cada vez me alejo más.
A los pocos días llegué a Sorgún, donde Mustafa, un profesor de inglés, me estaba esperando entusiasmado en el pueblo. Aquí fui invitado a su escuela, donde alumnos y profesores esperaban mi llegada. Fui hablando de sala en sala con los muchachos, partí hablándoles un poco de geografía, luego sobre mi viaje y el por qué de la bicicleta, pero curiosamente desperté más la curiosidad y admiración entre los profesores que en los alumnos, aunque estando aquí en el salón de los profesores puede notar la fuerte diferencia entre los sexos, hombres por ejemplo sentados alrededor de una gran mesa y mujeres al otro costado del salón. Mujeres tenían igual de curiosidad sobre mi viaje pero debían mantener distancia y procurar no salir en las fotos (al menos así lo fui notando). El momento tenso lo vivi con una alegre chica que hablaba bastante bien el inglés, ella con sus doce años me hablaba de sus sueños de viajar por el mundo y de lo mucho que le gustaba aprender el inglés. Ella, vestida completamente de negro y cubriendo incluso su cabello, en una clara muestra de la profunda religiosidad de su familia, me esperaba fuera del salón de profesores para hacerme una pregunta específica sobre el viaje encargada por sus compañeros. Al verla le pido que entre y luego de responder a su pregunta le extiendo la mano para despedirme, la muchacha con muchos nervios mira primeros a sus profesores y en aquel momento comprendí la tensión, me pregunté a mi mismo si será correcto lo que hago o no, pero mi mano ya está extendida y ante el silencio general de la sala la chica responde a mi saludo de mano. Ya con tiempo pregunto a un joven profesor acerca de lo ocurrido y me explica que la Turquía poco a poco irá cambiando a medida que me acerco al este, que parte de la sociedad hará cada vez más patente su religiosidad y fanatismo (me advierte). 

Antes de dejar el pueblo, me rencuentro con Nyam, un ciclista de Mongolia a quien conocí en Ankara. Aquí decidimos continuar juntos por algunos días. Con Nyam congeniamos muy bien así es que se transformó rápidamente en un buen compañero. Cuando dejé Sorgún me sentí bastante satisfecho y pleno, sentía que de alguna pequeña manera sensibilicé a aquellas personas y se permitieron ver la vida desde una perspectiva diferente, lo sentí incluso en aquellos profesores que entusiasmados discutían entre ellos sobre la monotonía de sus vidas y de como hacer un pequeño cambio en ellas para  incidir de esta forma en sus alumnos. 

Dejando Kirikale tomé de inmediato pequeños caminos por entre los campos

Aquí por ejemplo me encontré un hermoso lugar para armar mi campamento

Cruzando más y más pequeños pueblos.

decenas de kilómetros sin ver un rastro de ciudad

Y Cuando llegué a los pueblos fuí invitado. En la foto por ejemplo, invitado a un asado por estos amigos.

Sin el camino la pradera sería hermosa, pero difícil de alcanzar.

Tomando pequeños caminos perdidos en los mapas

Por la noche un gran cielo estrellado y por la mañana, el sol que obliga a salir pronto (aunque aún está muy frío)

En Sorgun, en un mural creado con niños autistas. mi mano está al rincón superior izquierdo

Continuamos con Nyam disfrutando los hermosos días, con fogatas por las noches por que aún se podía sentir el frío. Nos preparábamos para llegar pronto a Tokat donde nos esperaba un ciclista local a quien habíamos contactado poco antes. Este había anunciado en medios locales nuestra llegada a la ciudad y en los pueblos previos ya nos reconocían, pero a solo 60 km de nuestra llegada y en una tranquila tarde, pasamos un control policial que fue desde un comienzo muy extraño. Dos policías sin hablar nada más que turco nos detienen frente a un cuartel policial y comienzan a revisarnos todo. Fue primera vez en mi viaje que, no estando en una frontera, la policía me revisa todo. Lo peor es que no teníamos palabras en común así es que no lográbamos entender. Tomaron nuestros pasaportes y nos pidieron esperar (al menos nos invitaron a tomar un té). Luego de una hora en el cuartel llega la profesora de inglés del pueblo para actuar como traductora, nos comenta que han detectado un problema en el pasaporte de Nyam y este debe quedar detenido en el lugar hasta aclarar el asunto. Sin embargo y pese a no tener problemas, mi pasaporte fue inspeccionado decenas de veces, le tomaron decenas de fotografías y luego de todo me dicen: "tu te puedes ir". Les insistí que prefería esperar por mi compañero pero no me lo permitieron, me pidieron amablemente que abandonara el cuartel e incluso, que continuara mi camino así es que luego de una hora e incomunicado de Nyam (puesto lo llevaron a un hospital a constatar lesiones) decidí buscar un lugar para pasar la noche, un pequeño bosque a solo 5 km de la ciudad. Aquella noche pensé mis opciones y decidí que lo mejor era continuar los 60 km  hasta la ciudad donde nos esperaban y ahí pedir ayuda al amigo turco que nos esperaba.

Antes de llegar a Tokat pasé a un pequeño pueblo alejado de la ruta, fue el hambre quien me condujo hasta ahí y mientras lo cruzaba desperté la curiosidad de mucha gente. A esta altura he aprendido un poco de turco que me permite al menos apoyado de dibujos, contar lo que estoy haciendo. Pero a los pocos minutos me rodea mucha gente y ese tumulto atrae más y más gente que despierta la atención de la policía, así es que decido moverme (la verdad, aún estaba preocupado por lo vivido el día anterior). Llegué finalmente a Tokat al lugar donde me encontraría con Mamut, el ciclista local, pero la gran sorpresa fue encontrarme con Nyam en el mismo lugar. Había sido trasladado por la policía hasta aquella ciudad y luego de varias horas había solucionado su problema. Al poco rato llego Mamut y este nos llevó a un lujoso hotel a cenar, estábamos invitados por el administrador del hotel y luego de la cena a tomar un baño turco. Aquel momento de alegría pensaba en cuan alegre debe estar Nyam, quien había estado aquella mañana apunto de ser deportado y ahora tomaba baños turcos en aquel lujoso hotel. Dos días después dejamos Tokat y nos fuimos al norte, pedaleamos unos 50 km y luego separamos caminos. Nyam debía apurarse a cruzar a Irán y yo antes de ello quería continuar por Georgia así es que nos despedimos, pero acordamos vernos en algún rincón del mundo.

Por la tarde llegué a Niksar y desde aquí comencé a montar las montañas de la costa. Letreros de osos aparecían por la ruta, también lo hicieron hermosos bosques, tranquilos y alejados de todo rastro de una ciudad, !cuanta calma! Cada parada era de un pleno goce, tomaba bocanadas gigantes de aire fresco, oía las aves con mucha atención y claridad, contemplaba las verdes y extensas praderas, los hermosos árboles alineados como en batalla contra los vientos de invierno. Crucé pequeñas villas de montaña donde las mezquitas fueron siempre el edificio más imponente. Y así continué hasta que llegué a la cima y desde aquí el descenso. Comencé a sentir la humedad, el clima había cambiado y lo sentí inmediatamente. Aquella tarde mientras descendía fui invitado por una familia local, campesinos de bajos recursos pero muy fanáticos de la figura del presidente, al cual lo consideraban "un salvador". Con ellos conocí a sus vecinos, también profundamente religiosos y conservadores, intenté con ellos y el poco idioma en común tener más claridad en sus opiniones acerca de, por ejemplo, otras religiones, sus países vecinos, homosexuales, etc. Por momentos la amabilidad y calidez de esta familia se me caía a pedazos con sus comentarios. Voy constando además la importancia de la televisión en sus comentarios, por que todos sus muebles el más apreciado siempre fue el gran televisor, tal tamaño que me genera dudas como lo meten en la casa.


Con Nyam, preparando la leña para una fogata

Un hermoso desayuno en Tokat. Fuimos invitados por el dueño del restaurant

En Niksar, donde para varias, más gente me invita al té. Aquí el dueño me hizo un recorrido por el local

Llegando a la sima de los cerros

El aparente intacto bosque de las montañas que esconden detrás el gran mar negro

Familias locales que me invitan al té en cada momento

Siguiendo un rio antes de llegar al mar negro

Pero tengo que continuar, sabido era que encontraría la sociedad mas conservadora y religiosa, aunque preparado no me dejaba de impactar, tanto así que de camino el día siguiente me la pasé solo pensando en ello y sin darme cuenta ya había llegado al mar negro que tímido se escondía entre una densa neblina, pero lo escuchaba, sabía que estaba ahí. Continué y me tocó luego cruzar el, hasta ese entonces, el más largo túnel que cruzaría con la bicicleta. Casi 4 km de largo sin espacio para ciclistas, pero no fue tan terrible. Para seguridad me monté en la zona para peatones y pedalie por esta los últimos dos kilómetros. Continué y llegué a Ordu, donde fui conociendo otra parte de Turquía. Aquí conocí varios jóvenes alegren, muy vinculados a la bicicleta y a esa loca idea de cambiar el mundo a través de ella, por ratos me olvidaba de aquellas familias que, siendo "pobres", eran muy conservadoras. Tuve la oportunidad de conversar con ellos, y fui conociendo más y más gente, tuve también la oportunidad de charlar con profesores de una universidad técnica y grata sorpresa fue tener tanto en común, ahora sentía la Turquía más cercana y más familiarizado, entre los Simit (tipo de pan circular con semillas), el Ayran (la leche salada), los paseos en teleférico por las montañas, esas caminatas por los antiguos callejones o ese té que bebíamos por la tarde a orillas del mar, con las espontaneas mesas donde todo se comparte, donde con toda la empatía intentan hablar los idiomas extranjeros para así seguir compartiendo. Todo se me hace muy fácil en Ordu.


Dejé varios amigos en Ordu y continué por la costa comenzando a despedirme de Turquía. Voy acampando a orillas del mar, sintiendo mis últimos días, conozco aquí a Nuruhlla quien además de transformarse en un buen amigo me solucionó varios problemas informáticos y me preparó un poco para lo que vendría en Georgia, pero antes pasé por Trabzon, una gran ciudad de la costa. Aquí me contacté con unos estudiantes que compartían una casa y me ivnitaron a estar con ellos en la ciudad. Los últimos kilómetros antes de Georgia y con un poco de lluvia decido acampar por última noche en Turquía, frente al tranquilo mar donde un perro llegó para hacerme compañía y custodiar mi campamento. Compartí mi cena con el amigo, lo hice como lo hizo conmigo toda la linda gente que conocí en el país y al día siguiente ya estaba en la frontera. Diez kilómetros antes de llegar una fila enorme de camiones de todas nacionalidades esperando cruzar la frontera. Aparcados en una vía no me quedaba más que tomar la vía de velocidad, lo que fue un tanto peligroso, pero lo más complejo fue cruzar los túneles que, con camiones aparcados, camioneros los fueron utilizando como retretes y basurales. El olor a orinas y excremento eran insoportable, así también la cantidad de basura que me tocaba sortear. Ver a los camioneros tirar toda su basura al camino mientras limpiaban su cabina me hacía perder el ánimo, pero ¿Que puedo discutir con ellos?¿En que idioma?, decido olvidarme y continuar, aunque muy triste por las últimas imágenes que me quedaron del país fueran estas. Ya en la frontera y a la distancia veo enormes edificios, es Batumi, una gran ciudad en Georgia. Me genera atracción, que genera una curiosidad que me empuja como el viento. Vamos entrando en la ex-unión soviética.


Antiguas calles de la ciudad de Ordu, donde pasé varios días recorriendo

Vendedor de Simits en Ordu, Turquía

Giresun

Un campamento cerca de una ciudad, pero en medio de un campo.

La ciudad de Trabzon

Los cultivos verdes colgando sobre los cerros. Muy cerca de la frontera con Georgia

16/5/18

[TURQUIA] Parte 4: El reencuentro con el Burro. De Bursa a la capital Ankara


El mar negro, en Sile (Chile), al norte de Estambul
Llegué a Estambul por segunda vez, pero ahora en avión. Vengo desde Suiza, donde  tomé una pausa para escribir el libro, escapar del frío y visitar algunos familiares. Vuelvo cargado de energías, extraño al burro, quedó abandonado en Bursa, la ciudad cuna y capital del imperio otomano. 

El viaje desde Suiza duró solo 3 horas y eso no es tiempo suficiente para digerir la gran diferencial cultural que existe entre ambos lugares, de pasar de una pequeña ciudad en las montañas a una urbe sofocada de tráfico, donde el peatón es casi "un estorbo". Debo desconfiar nuevamente de los pasos cebras y lo que es peor, incluso de los semáforos. Debo lidiar nuevamente con el idioma que no entiendo y lo poco que aprendí de turco, ya se ha olvidado. Pero prontamente me adapto, los amigos que tengo en la ciudad me ayudan con eso, me siento pronto como en casa, pero debo ir por mi amigo el burro. Tomé un barco rumbo a Bursa, voy a buscar mi bicicleta.

Al llegar contacto a un amigo en Bursa (Iskender) quien me comenta que ahora la bicicleta está en un taller mecánico al otro lado de la ciudad. Fuimos por ella y luego de bajar dos pisos bajo nivel .... veo al burro, arrumbado, polvoriento y con una tristeza que la pude palpar, como si no me perdonara haberlo abandonado en aquella desconocida ciudad. Las alforjas también polvorientas las voy quitando una a una hasta dar con el burro, lo tomo en brazos y lo llevo al sol, luego aprovechando que estoy en un taller mecánico reparo algunas cosas y antes de ir a casa le damos un baño en una estación de servicio. Ahora limpia, reluciente había perdido toda huella de tristeza, a cambio se mostraba ansiosa al igual que yo, pero la noche estaba encima así es que debíamos aguardar otro día antes de partir.

Día siguiente por fin monto la bicicleta después de casi tres meses. Los primeros 50 metros no me respondía la transmisión, tampoco los frenos así es que comenzamos lento. Luego de 20 kilómetros eran las piernas las que no respondían, estaba extrañamente cansado, me reprochaba ¿Como te cansas si estas empezando?, no lo podía comprender, la pausa me estaba pasando la cuenta y lo sentía en mi estado físico. Tomé la carretera por la desconfianza que tenia con la bicicleta, sentía que me podía fallar, pero las carreteras me desaniman, no me gustan, aún así continúo hasta Eskisehir, donde había contactado a Ali quien me recibió en casa de su familia. Aquí en un bar comencé a conocer chicos que tenían serias diferencias con el actual gobierno turco, al cual se referían directamente como "una dictadura" y hacían mención a la televisión como un instrumento de manipulación. Eran jóvenes universitarios que habían vivido varias protestas y que no veían buen futuro para el país. Con ellos me enteré de la censura de medios, del control político en la justicia y del poder que va tomando la religión en la toma de decisiones, algo que me comentan es muy alejado de los principios que fundaran la Turquía.

Dejo Eskisehir y necesito tiempo para pensar, la conversaciones con estos desconocidos muchachos en el bar me deja inquietudes, así es que decido irme por entre los campos, ahora si estoy confiando en el burro. Recuerdo aquella tarde encontrar un lindo espacio a orillas de un riachuelo, armé mi tienda y me reencontré con la dormida de acampada, armando nuevamente la tienda después de tres meses, me sentía como un niño enfrentando a las olas de un mar; emocionado, ansioso pero también preocupado.


Los verdes campos camino a Ankara



El primer campamento luego de 3 meses

Es facil encontrar agua potable en la ruta, fresca y limpia

Ahora confío nuevamente en el burro así es que me voy todavía más al interior, hacia un camino que no me habían recomendado por que según gente local el camino subía mucho, no habían pueblos cercanos, solo se podían ver bosques y que ni siquiera los autos van por ahí, pensé dentro de mi ¡Está perfecto!, así es que lo tomé. Había un detalle que olvidé mencionar, antes de llegar a Eskisehir tuve un pequeño accidente. Cargando la bicicleta en hombros dí un mal paso y mi pie se dobló como una esponja que fuera estrujada (sin exagerar, así lo sentí). Subiendo estas colinas el pie comenzó a inflamarse y por las noches vino el doler, pero decidí seguir, tenía que al menos llegar a Ankara. Me sentía muy débil, no había completado una semana en bicicleta y ya tenía una lesión.

Subí tanto que se acabaron los grandes pueblos, a cambio solo encontraba pequeñas villas cuyos pobladores me miraban con extrañeza pero siempre respondiendo muy amables y sonrientes a mis saludos. Aquí hay una mezquita en cada pueblo, pero no encuentro ninguna tienda y me voy quedando sin alimentos. Subí tanto que luego llegué a un bosque y el bosque dominaba todo mi paisaje. La gente local tenía razón, no andaban coches y eso se notaba en mi sonrisa, luego alcancé un cañón que reflejaba múltiples colores y atrapaba una enorme masa de agua entre sus paredes, lindo espectáculo que el atardecer coronó todavía con más colores, pero llegué a la cima y luego una gran bajada, hasta que dí con un pequeño pueblo, silencioso y desolado, pero me cruzo con un anciano que por sus ropas y rudimentario bastón deduje: "es un poblador local", así es que me apresuré a preguntarle por una tienda, que en Turco basta preguntar por "Pazar" o "markey". El hombre resultó ser el dueño de una pequeña tienda de unos 3 metros cuadrados pero que tenía de todo, desde comida, bebidas, herramientas, materiales de construcción, me dije sin duda debe ser un maestro en tetris, para meter y organizar todo en este pequeño espacio, incluso pude entrar a elegir que comprar, ¡Si!, Había un pasillo.


Las entradas a los pequeños pueblos, llenas de glamour

Un gran valle multicolores que, lastimosamente, la cámara no pudo captar en todo esplendor.

Pequeños pueblos aparecen en mi ruta

La pequeña tienda que tenía de todo. El dueño: un maestro de tetris para meter tanto en ese pequeño espacio

Una parte del camino

Ua vieja casa de campo que me recordó a los campos de Chile. Similar arquitecturs


El último día antes de legar a Ankara descendí a un gran valle con un gran rio serpenteando que tuve que rodear. En aquel momento cumplí los 17000 km de viaje pero debía seguir, quería llegar a Ankara, había contactado un chico que me recibiría en su casa y quería tomar un baño, descansar el pie. El viento me ayudó e hice 40 kilómetros en solo dos horas, luego en Ayas comí y tomé energías para el último impulso, me quedaban solo 50 kilómetros pero tenía que volver a subir otros 500 metros. Mi cuerpo venía en modo automático, mi cabeza solo pensaba en ese baño de agua caliente, en todas las cosas que comería llegando a Ankara, en dormir en una cama cómoda y eso me distrajo. Finalmente la gran bajada y puedo ver por fin la gran ciudad, edificios que se me pierden en el horizonte, estoy llegando a la gran ciudad de más de 5 millones de habitantes donde me recibe Oguz y su familia. Respecto a lo que pensé no pude estar más acertado, tomé el baño caliente, comí mucha y deliciosa comida y luego una cama cómoda.  La familia al ver mi pie no me dejó continuar mi viaje hasta recuperarme, así es que pasé una semana de vida de familia en Ankara.



El hermoso camino que tenemos por delante

Los 17000 km cumplidos. momento de foto

Muy cerca de Ankara, pero no veo nada cercano a una ciudad

Mi llegada a Ankara, capital de Turquía

En Anitkabir, el mausoleo de Mustafa Kemal Atatürk, padre de la Turquía

Otra postal de Ankara

Parque José Marti en Ankara, dedicado al escritor, político y filósofo Cubano
Mi despedida de Ankara, con Murat (local) y Nyam, otro ciclista de Mongolia