16/5/18

[TURQUIA] Parte 4: El reencuentro con el Burro. De Bursa a la capital Ankara


El mar negro, en Sile (Chile), al norte de Estambul
Llegué a Estambul por segunda vez, pero ahora en avión. Vengo desde Suiza, donde  tomé una pausa para escribir el libro, escapar del frío y visitar algunos familiares. Vuelvo cargado de energías, extraño al burro, quedó abandonado en Bursa, la ciudad cuna y capital del imperio otomano. 

El viaje desde Suiza duró solo 3 horas y eso no es tiempo suficiente para digerir la gran diferencial cultural que existe entre ambos lugares, de pasar de una pequeña ciudad en las montañas a una urbe sofocada de tráfico, donde el peatón es casi "un estorbo". Debo desconfiar nuevamente de los pasos cebras y lo que es peor, incluso de los semáforos. Debo lidiar nuevamente con el idioma que no entiendo y lo poco que aprendí de turco, ya se ha olvidado. Pero prontamente me adapto, los amigos que tengo en la ciudad me ayudan con eso, me siento pronto como en casa, pero debo ir por mi amigo el burro. Tomé un barco rumbo a Bursa, voy a buscar mi bicicleta.

Al llegar contacto a un amigo en Bursa (Iskender) quien me comenta que ahora la bicicleta está en un taller mecánico al otro lado de la ciudad. Fuimos por ella y luego de bajar dos pisos bajo nivel .... veo al burro, arrumbado, polvoriento y con una tristeza que la pude palpar, como si no me perdonara haberlo abandonado en aquella desconocida ciudad. Las alforjas también polvorientas las voy quitando una a una hasta dar con el burro, lo tomo en brazos y lo llevo al sol, luego aprovechando que estoy en un taller mecánico reparo algunas cosas y antes de ir a casa le damos un baño en una estación de servicio. Ahora limpia, reluciente había perdido toda huella de tristeza, a cambio se mostraba ansiosa al igual que yo, pero la noche estaba encima así es que debíamos aguardar otro día antes de partir.

Día siguiente por fin monto la bicicleta después de casi tres meses. Los primeros 50 metros no me respondía la transmisión, tampoco los frenos así es que comenzamos lento. Luego de 20 kilómetros eran las piernas las que no respondían, estaba extrañamente cansado, me reprochaba ¿Como te cansas si estas empezando?, no lo podía comprender, la pausa me estaba pasando la cuenta y lo sentía en mi estado físico. Tomé la carretera por la desconfianza que tenia con la bicicleta, sentía que me podía fallar, pero las carreteras me desaniman, no me gustan, aún así continúo hasta Eskisehir, donde había contactado a Ali quien me recibió en casa de su familia. Aquí en un bar comencé a conocer chicos que tenían serias diferencias con el actual gobierno turco, al cual se referían directamente como "una dictadura" y hacían mención a la televisión como un instrumento de manipulación. Eran jóvenes universitarios que habían vivido varias protestas y que no veían buen futuro para el país. Con ellos me enteré de la censura de medios, del control político en la justicia y del poder que va tomando la religión en la toma de decisiones, algo que me comentan es muy alejado de los principios que fundaran la Turquía.

Dejo Eskisehir y necesito tiempo para pensar, la conversaciones con estos desconocidos muchachos en el bar me deja inquietudes, así es que decido irme por entre los campos, ahora si estoy confiando en el burro. Recuerdo aquella tarde encontrar un lindo espacio a orillas de un riachuelo, armé mi tienda y me reencontré con la dormida de acampada, armando nuevamente la tienda después de tres meses, me sentía como un niño enfrentando a las olas de un mar; emocionado, ansioso pero también preocupado.


Los verdes campos camino a Ankara



El primer campamento luego de 3 meses

Es facil encontrar agua potable en la ruta, fresca y limpia

Ahora confío nuevamente en el burro así es que me voy todavía más al interior, hacia un camino que no me habían recomendado por que según gente local el camino subía mucho, no habían pueblos cercanos, solo se podían ver bosques y que ni siquiera los autos van por ahí, pensé dentro de mi ¡Está perfecto!, así es que lo tomé. Había un detalle que olvidé mencionar, antes de llegar a Eskisehir tuve un pequeño accidente. Cargando la bicicleta en hombros dí un mal paso y mi pie se dobló como una esponja que fuera estrujada (sin exagerar, así lo sentí). Subiendo estas colinas el pie comenzó a inflamarse y por las noches vino el doler, pero decidí seguir, tenía que al menos llegar a Ankara. Me sentía muy débil, no había completado una semana en bicicleta y ya tenía una lesión.

Subí tanto que se acabaron los grandes pueblos, a cambio solo encontraba pequeñas villas cuyos pobladores me miraban con extrañeza pero siempre respondiendo muy amables y sonrientes a mis saludos. Aquí hay una mezquita en cada pueblo, pero no encuentro ninguna tienda y me voy quedando sin alimentos. Subí tanto que luego llegué a un bosque y el bosque dominaba todo mi paisaje. La gente local tenía razón, no andaban coches y eso se notaba en mi sonrisa, luego alcancé un cañón que reflejaba múltiples colores y atrapaba una enorme masa de agua entre sus paredes, lindo espectáculo que el atardecer coronó todavía con más colores, pero llegué a la cima y luego una gran bajada, hasta que dí con un pequeño pueblo, silencioso y desolado, pero me cruzo con un anciano que por sus ropas y rudimentario bastón deduje: "es un poblador local", así es que me apresuré a preguntarle por una tienda, que en Turco basta preguntar por "Pazar" o "markey". El hombre resultó ser el dueño de una pequeña tienda de unos 3 metros cuadrados pero que tenía de todo, desde comida, bebidas, herramientas, materiales de construcción, me dije sin duda debe ser un maestro en tetris, para meter y organizar todo en este pequeño espacio, incluso pude entrar a elegir que comprar, ¡Si!, Había un pasillo.


Las entradas a los pequeños pueblos, llenas de glamour

Un gran valle multicolores que, lastimosamente, la cámara no pudo captar en todo esplendor.

Pequeños pueblos aparecen en mi ruta

La pequeña tienda que tenía de todo. El dueño: un maestro de tetris para meter tanto en ese pequeño espacio

Una parte del camino

Ua vieja casa de campo que me recordó a los campos de Chile. Similar arquitecturs


El último día antes de legar a Ankara descendí a un gran valle con un gran rio serpenteando que tuve que rodear. En aquel momento cumplí los 17000 km de viaje pero debía seguir, quería llegar a Ankara, había contactado un chico que me recibiría en su casa y quería tomar un baño, descansar el pie. El viento me ayudó e hice 40 kilómetros en solo dos horas, luego en Ayas comí y tomé energías para el último impulso, me quedaban solo 50 kilómetros pero tenía que volver a subir otros 500 metros. Mi cuerpo venía en modo automático, mi cabeza solo pensaba en ese baño de agua caliente, en todas las cosas que comería llegando a Ankara, en dormir en una cama cómoda y eso me distrajo. Finalmente la gran bajada y puedo ver por fin la gran ciudad, edificios que se me pierden en el horizonte, estoy llegando a la gran ciudad de más de 5 millones de habitantes donde me recibe Oguz y su familia. Respecto a lo que pensé no pude estar más acertado, tomé el baño caliente, comí mucha y deliciosa comida y luego una cama cómoda.  La familia al ver mi pie no me dejó continuar mi viaje hasta recuperarme, así es que pasé una semana de vida de familia en Ankara.



El hermoso camino que tenemos por delante

Los 17000 km cumplidos. momento de foto

Muy cerca de Ankara, pero no veo nada cercano a una ciudad

Mi llegada a Ankara, capital de Turquía

En Anitkabir, el mausoleo de Mustafa Kemal Atatürk, padre de la Turquía

Otra postal de Ankara

Parque José Marti en Ankara, dedicado al escritor, político y filósofo Cubano
Mi despedida de Ankara, con Murat (local) y Nyam, otro ciclista de Mongolia



1 comentario:

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