12/6/13

Cruce Vilches Armerillo (Por Majadillas)


 

7:15 am y el bus partía a Vilches. Una fría mañana pero la neblina comenzaba a quedar atrás en Vilches alto y al mirar a la ciudad parecía bañada por un mar de nubes. Comenzaba así  nuestra caminata, confiados en que antes de las 4 pm estaríamos en el portezuelo que nos llevaría hasta Armerillo.

1° día: La subida

Vilches alto es siempre muy acogedor, te brinda hermosos paisajes de bosque nativo, montaña y aires frescos mientras le recorres a pie. Tomamos la ruta que va a Majadillas y luego de cruzar el primer estero nos dirigimos hacia El pantano, un lugar que pareciera no pertenecer a ese paisaje, pero ahí está, bello y tranquilo.



Al salir del pantano las huellas son muy difusas, pero sabíamos hacia donde estaba el portezuelo y continuamos. Al poco andar las huellas desaparecían, así es que recurrimos a GPS y notamos que habíamos desviado levemente nuestro rumbo. La pasada entre el tupido bosque no fue sino otra aventura más, para lucir luego los rasguños cual rambo las heridas de combate, al menos así imagina mi hermano pequeño en casa.

Cerca de los 1700 comenzaba a aparecer tímidamente la nieve, pero ganaba confianza a medida que ascendíamos. La vegetación comenzaba a ser menos tupida y de menor tamaño, eso nos ayudo para divisar claramente el objetivo del día. Ya eran casi las 4 pm cuando llegamos al portezuelo. Muy agotados por la subida (casi 1000 metros de desnivel), pero aún así decidimos que debíamos culminar la jornada con la cumbre al cerro popularmente llamado “La Teta de la monja”, que al contemplarlo desde el portezuelo se confirma todavía más su nombre.





Armamos campamento poco más abajo el portezuelo y durante la noche te paras en su borde y es increíble la oportunidad de mirar al sur y encontrarte con el reflejo de ciudades como Linares o Colbún y luego giras al norte e inmediatamente ves Molina, Cumpeo, Pelarco, mientras el cielo estalla en estrellas en un hermoso y cúlmine espectáculo.


2° día: El descenso

Comienza nuestro camino de retorno a la civilización. Desde el portezuelo se ve nuestro destino, claro que 1200 metros más abajo. La nieve endurecida y de mucha pendiente, propia de las caras que miran al sur, nos intimidaba pero a la vez nos entusiasmaba.  Bosquejamos en el aire nuestra ruta, crampones y piolet asegurados y comenzamos el ataque a la bajada.  


Los primeros 100 metros de bajada fueron los de mayor pendiente, pero al poco andar la pendiente suavizaba y seguimos sin traspié. Dimos siempre con la huella, eso redujo nuestros tiempos. Al poco andar sufrí una lesión en la rodilla y nuestro ritmo de caminata bajó, pero aún así seguíamos confiados en llegar antes del último bus a Armerillo.


Se fue la nieve y con ella los crampones, lo que aceleró aún más nuestra caminata. Encontramos por fin agua y muy cerca de ella una locomotora en la mitad del cerro ¡Así es!, en la mitad del cerro. Por mi lesión decidimos seguir la huella más grande y mientras bajábamos el cajón de Armerillo nos brindaba un hermoso paisaje y de vez en cuando se nos asomaba tímidamente el Descabezado en nuestra ruta.

Finalmente llegamos al camino y al pueblo de Armerillo. Luego de un par de anécdotas tomamos un bus con destino a Talca. Yo sin ánimo siquiera de cambiar mi ropa, llegué a la ciudad cual alpinista perdido buscando el Everest en medio de la ciudad.


La ruta que tomamos:

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