Cruce Vilches Armerillo (Por Majadillas)
7:15 am y el bus partía a Vilches. Una fría mañana pero la neblina comenzaba a quedar atrás en Vilches alto y al mirar a la ciudad parecía bañada por un mar de nubes. Comenzaba así nuestra caminata, confiados en que antes de las 4 pm estaríamos en el portezuelo que nos llevaría hasta Armerillo.
1° día: La subida
Vilches alto es siempre muy acogedor, te brinda hermosos
paisajes de bosque nativo, montaña y aires frescos mientras le recorres a pie.
Tomamos la ruta que va a Majadillas y luego de cruzar el primer estero nos dirigimos
hacia El pantano, un lugar que pareciera no pertenecer a ese paisaje, pero ahí
está, bello y tranquilo.
Al salir del pantano las huellas son muy difusas, pero
sabíamos hacia donde estaba el portezuelo y continuamos. Al poco andar las
huellas desaparecían, así es que recurrimos a GPS y notamos que habíamos
desviado levemente nuestro rumbo. La pasada entre el tupido bosque no fue sino
otra aventura más, para lucir luego los rasguños cual rambo las heridas de
combate, al menos así imagina mi hermano pequeño en casa.
Cerca de los 1700 comenzaba a aparecer tímidamente la nieve,
pero ganaba confianza a medida que ascendíamos. La vegetación comenzaba a ser
menos tupida y de menor tamaño, eso nos ayudo para divisar claramente el objetivo
del día. Ya eran casi las 4 pm cuando llegamos al portezuelo. Muy agotados por
la subida (casi 1000 metros de desnivel), pero aún así decidimos que debíamos
culminar la jornada con la cumbre al cerro popularmente llamado “La Teta de la
monja”, que al contemplarlo desde el portezuelo se confirma todavía más su
nombre.
Armamos campamento poco más abajo el portezuelo y durante la
noche te paras en su borde y es increíble la oportunidad de mirar al sur y encontrarte
con el reflejo de ciudades como Linares o Colbún y luego giras al norte e
inmediatamente ves Molina, Cumpeo, Pelarco, mientras el cielo estalla en
estrellas en un hermoso y cúlmine espectáculo.
2° día: El descenso
Comienza nuestro camino de retorno a la civilización. Desde
el portezuelo se ve nuestro destino, claro que 1200 metros más abajo. La nieve
endurecida y de mucha pendiente, propia de las caras que miran al sur, nos
intimidaba pero a la vez nos entusiasmaba. Bosquejamos en el aire nuestra ruta, crampones
y piolet asegurados y comenzamos el ataque a la bajada.
Los primeros 100 metros de bajada fueron los de mayor
pendiente, pero al poco andar la pendiente suavizaba y seguimos sin traspié.
Dimos siempre con la huella, eso redujo nuestros tiempos. Al poco andar sufrí
una lesión en la rodilla y nuestro ritmo de caminata bajó, pero aún así
seguíamos confiados en llegar antes del último bus a Armerillo.
Se fue la nieve y con ella los crampones, lo que aceleró aún
más nuestra caminata. Encontramos por fin agua y muy cerca de ella una
locomotora en la mitad del cerro ¡Así es!, en la mitad del cerro. Por mi lesión
decidimos seguir la huella más grande y mientras bajábamos el cajón de
Armerillo nos brindaba un hermoso paisaje y de vez en cuando se nos asomaba
tímidamente el Descabezado en nuestra ruta.
Finalmente llegamos al camino y al pueblo de Armerillo.
Luego de un par de anécdotas tomamos un bus con destino a Talca. Yo sin ánimo siquiera
de cambiar mi ropa, llegué a la ciudad cual alpinista perdido buscando el Everest
en medio de la ciudad.
La ruta que tomamos:
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