8/4/14

Los 2500 km en bicicleta [Parte 4/5: Malargüe/Lonquimay, Chile]


Con Kurt, antes de comenzar la jornada de pedaleo. En la ruta 40

1080 – 1265 km [Malargüe/Barrancas]

Hasta la fecha mi viaje había sido relajado, transitando generalmente por buenos caminos, durmiendo cómodamente, pasándomela bien entre amigos, cervezas  y buenas comidas. Sentía que necesitaba una experiencia más extrema, con caminos dificultosos, pueblos más distanciados entre sí, viajando además con poco dinero, todo en pos de ganar experiencia para el gran viaje. Así decidí emprender rumbo sur por la ruta 40 y retornar a Chile por el paso del Pino Hachado.

El día que abandoné Malargüe lo hice muy tarde. La familia Ramal no me dejó partir sin almorzar. Luego de 3 platos de ricos tallarines me subí a la bicicleta y comencé a pedalear. Llegué a Bardas Blancas casi de noche, y acampé en el mismo camping contiguo a la hostería. La lluvia y el viento me sacudieron tanto por la noche que se quebró una de las varillas de mi carpa.

Apenas abandoné Bardas blancas se terminó el asfalto y la ruta 40 –en la cual están trabajando- está en muy mal estado y con muchos desvíos en el camino, además es angosta lo que la vuelve peligrosa para ciclistas que atrapados por el polvo pueden volverse invisible para los vehículos que transitan a gran velocidad. A unos 20 km de pedaleo, me detuve a orilla de camino, abandoné mi bicicleta y partí caminando a buscar los bosques petrificados, cuya ubicación tenía en mi GPS. Corresponde a un bosque de araucarias petrificadas de unos 120 millones de años. Un impresionante bosque que en un comienzo cuesta apreciar.


Mapa de la ruta. Desde Malargüe hasta Lonquimay
Ruta 40. De Bardas blancas al sur
Junto al bosque petrificado. Araucarias de más de 100 millones de años

Poco más adelante el camino tiene un pequeño tramo de asfalto, que al llegar a la pasarela, lugar donde está un puente y se puede apreciar como el río Grande ha pulido las lavas milenarias, se termina por completo.

Así continué pedaleando el resto del día, apreciando las montañas con todos sus colores, disfrutando el atardecer y de las extrañas formaciones que dejara la lava, hasta que decido acampar. Cuando armaba campamento, llegó a mi lado un ciclista norteamericano llamado Kurt, que hace 5 años estaba pedaleando y se encontraba actualmente haciendo Alaska-Ushuaia, quedándole pocos kilómetros para culminar. Cenamos y charlamos un par de hora para luego dormir.


Al día siguiente, Kurt me propone pedalear juntos hasta el próximo pueblo. Retomamos la ruta 40 que al poco andar se aleja del río y comienza a ascender. Luego de un par de horas aparece el asfalto –bastante nuevo-. Llegamos a eso de las 17:00 a Ranquil Norte, última localidad hacia el sur de la provincia de Mendoza, donde comimos algo y retomamos. A los pocos kilómetros un cartel indicaba el comienzo de la provincia de Neuquén y un entretenido cachorro nos daba la bienvenida. Llegamos a Barrancas a eso de las 20:00. Compramos una cerveza para celebrar el duro día de pedaleo y nos fuimos a acampar. 



En la ruta 40. Sobre un puente del río Grande, antes de llegar a Ranquil Norte
Kurt. Llegando a la provincia de Neuquén
Querían también viajar en bicicleta

1265 – 1636 [Barrancas/Lonquimay, Chile]

El día comenzó con un gran desayuno preparado por Kurt (desayuno norteamericano) y hablamos de la ruta a tomar, aunque yo no tenía mucha confianza porque mi bicicleta había estado fallando días anteriores. Decidimos tomar la ruta 53, luego de unos kilómetros tomar la ruta 37 que entre las montañas conducía a Chos Malal, pero por el camino del Tromen, uno de los 4 mil más australes del mundo.

Al poco andar el camino se va angostando y ascendiendo bruscamente. Los ríos que aparecían en los mapas estaban todos secos y comienzo a preocuparme. Kurt decide adelantarse y juntarnos en el próximo pueblo -Chos Malal-, ya que necesitaba con apuro conectarse a una computadora.

Luego de un par de horas y avanzar apenas unos 20 kilómetros, el camino pierde forma y se confunde entre montones de rocas y ripio. La pendiente y las piedras sueltas me hacían derrapar la rueda, teniendo que subir aquellas cuestas con mi bicicleta al lado. Rompí la parilla y un eje de la rueda trasera, además había acabado el agua para beber, cuando pasó un jeep –único vehículo en todo el día- que me regaló unas botellas de agua y sentí que mi suerte cambiaba. Logré reparar la bicicleta y seguir, pero al poco rato el sol decide irse a descansar, a esa altura solo pensaba en buscar un lugar donde dormir ya que el viento y el frío me recordaban que estaba a 2400 msnm.

En medio de la nada y cuando la noche caía, apareció un arriero llamado Carlos que me invitó a hospedar en su refugio. Luego una gran cena, un mate y una buena conversa al lado del fogón, me fui a dormir olvidando rápidamente la dura jornada que había vivido.

Comenzando a subir por la ruta del Tromen
Llegando a la base del Tromen, muy cerca de la laguna.
Carlos, el arriero que me hospedó en el Tromen

Al día siguiente desayuné temprano y retomé la ruta. Con más tranquilidad pude contemplar la inmensa belleza del lugar. Paré varios minutos en la laguna, a los pies del volcán Tromen,  contemplando la gran variedad de aves en el lugar. Desde ahí el camino mejora sustancialmente y comienza el descenso que no para hasta Chos Malal.

Al llegar a Chos Malal, compré algunos víveres y seguí prontamente puesto se anunciaban lluvias para el día siguiente. Intenté llegar a Chorriacas, una comunidad mapuche a orillas de la ruta 40 ubicada entre Chos Malal y las Lajas. De camino me distrajo un perro que me siguió varios kilómetros, las nubes que amenazaban con lluvia y el hermoso atardecer.  Armé campamento a orillas de camino y al poco rato comenzó la lluvia. Esa noche luego de la insistencia y el llanto del can, tuve que invitarle a dormir en la carpa.

Por la mañana seguí por la 40 hasta llegar a Chorriacas, donde compré algunos víveres, comí algo y continúe.  Quería llegar a “las Lajas”, 95 km más adelante, pero el camino es totalmente asfaltado y casi sin pendientes, ya que va por las llanuras entre los cerros. Llegué a Las Lajas de noche, con hambre y sin dinero, mojado por la lluvia que había comenzado pocos minutos antes, pero estaba motivado por que al día siguiente esperaba llegar a Chile, donde me podría comunicar con la familia y sacar un poco de dinero de algún cajero o negocio.


Flamencos y cisnes de cuello negro. En la laguna del Tromen
La poderosa, bajo el escorial del Tromen
En Chorriacas, comunidad Mapuche en la ruta 40


Al día siguiente desperté temprano, y a las 9 ya estaba pedaleando para abandonar las Lajas, no sin antes pasar por su museo donde tienen muchos fósiles de dinosaurios, entre ellos partes del que sería el más grande descubierto en la historia (para alimentar el ego de los hermanos argentinos jaja).

Al abandonar las lajas un gran viento comienza a soplar en mi contra, el que se incrementa a medida que pasan las horas, al punto de botarme dos veces y tener que caminar un trayecto importante con mi bicicleta al lado –el viento no me dejaba pedalear-. En una caída, volví a romper la parilla además de un freno trasero, y pocos kilómetros más adelante rompí nuevamente el reparado eje de la rueda trasera, todo en medio de las araucarias que comenzaban de a poco a aparecer.

En las lajas. Último campamento en Argentina
Abandonando las Lajas, rumbo a Chile. Ya comenzaban a aparecer los bosques
Arrieros en el camino
Araucarias del lado argentino. Llegando al paso Pino Hachado

Llegué a la aduana justo a su hora de cierre, y para poder pasar tuve que tomar un vehículo hasta la aduana chilena –estaba muy topado con la hora, de lo contrario no recibiría la autorización-.

Llegué a Lonquimay a eso de las 22:00 hrs donde pude comunicarme con la familia, comprar pan y una cerveza para celebrar, pero dormir a orillas del camino ya que no pude sacar dinero del cajero. Estaba de regreso en mi país.

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