9/4/17

[Marruecos 3] Desde Esaouira a Fes, pasando por Marrakech y tocando el Atlas


Esta casa fue mi mejor amiga una noche de tormenta. Me cobijó, me alimentó y dio luz mientras afuera la tormenta se desataba.
En Esaouira la lluvia y el viento no me permitían emprender vuelo, tres amaneceres sin volar y no podía sumar otro. Me subí cantando a la bicicleta y con las canciones y la sonrisa batallamos contra el clima. Sin nada seco, sin energías y con la noche en mis hombros volví a sentir frío como en mucho tiempo. el viento lo supo y se compadeció y como un enemigo de honor me empujó por varios kilómetros, sin dar una vuelta a los pedales me empujó hasta una farola, bajo esta una casa donde comí y pase la noche, nos conciliamos con el clima y lo supe por que al día siguiente salió el sol.

Con el sol a mis hombros voy conociendo gente local, extraños que me invitan a comer y a dormir en sus casas, voy aprendiendo con ellos tradiciones y palabras en árabe, me animo aprendiendo, me entretengo, río, pero me voy olvidando de cantar.

Así llegué a Marrakech, la ciudad loca donde  las motos se me cruzan, se me escapan, aparecen por todos lados. La ciudad que no duerme, me recibe con malabaristas, animales exóticos, músicos y apostadores en su plaza principal, ventas de frutas, especias, comidas, todo ese espectáculo de colores y olores por las angostas calles de la medina, pero era mucho para mi, quiero salir pronto.

Con al ciudad loca a mis espaldas me voy internando en el Atlas. La sequedad se va sumando al paisaje, las casas se vuelven más pequeñas y del color del suelo, el color verde se me aleja, se hace pequeño, pero vuelven los extraños a invitarme a sus casas a comer, me entretengo y me olvido de lo dura que es la ruta.

El camino me lleva a unas cascadas y el destino me empuja hasta el mejor lugar, decido quedarme, aunque debo y quiero seguir. Monos sin cola me despiertan, les agradezco y emprendo rumbo, pasando por ciudades grandes voy subiendo poco a poco, llego Kenitra y la noche me cae encima, con un cielo estrellado que me dejó sin palabras, sin cantar, sin querer hacer nada más que mirarlo, hace frío, estoy a 1300 msnm.

Con el sol despertando me sumo a la ruta, subiendo y subiendo voy dejando atrás las ciudades grandes, el viento se vuelve frío, voy llegando a los 1800 msnm pero luego una gran bajada me llevó hasta Fes, la ciudad loca la que no tengo planes de conocer, solo de pasar, pero de pronto apareció la música, con ella se me sumaron ideas, y mientras más música más cambiaba mi mundo, me fui quedando y me fue gustando, desaparecieron las nubes que me movían sin rumbo, ahora tenía un propósito, vamos a cambiar mi mundo para luego cambiar el mundo.

Dejo Fes sin querer pero con una gran sonrisa, voy cantando entre la ciudad y luego entre los cerros, la lluvia y el frío no me pueden tocar.

























Participaron en esta aventura:
Nadapablo, la compañera y el ukelele. El gato de Essaouira, Mohamed y su familia, Joanne, Manon, Lmedi y Marie de Fes.

1 comentario:

  1. Que buenos tus relatos¡ Te conocí gracias a un articulo del diario "El Centro", mucho éxito en la ruta, vamos que el mundo se puede cambiar¡

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